Hoy amanecí triste. Cuando me llamó por teléfono mi hija, pude oír las risas alegres y traviesas de mis nietos, que bailaban al compás de una canción de <EM>One Direction</EM>. Como por arte de magia el corazón se me inundó de ternura y dibujaron en mí una sonrisa que opacó la pesadumbre que traía cargando.</P> <P>Pero aquello duró solo unos minutos. Reconozco que cuando un tema triste se engancha a mis pensamientos lo siento en las entrañas. Mis dendritas se regodean haciéndolo llegar a cada poro del cuerpo. El corazón se me apretuja, mis pulmones se hinchan de olas sonoras y el pecho duele. No es habitual. Pero, ay, cómo punza