El truco más viejo del marketing es hablar menos de lo <STRONG>que</STRONG> <STRONG>hace</STRONG> el producto, más de <STRONG>quién</STRONG> <STRONG>es</STRONG> su consumidor. El truco es tan viejo que hasta los legisladores creen saber cómo funciona: se apela a las emociones del consumidor asociándole una figura aspiracional al producto: vaqueros libres a los cigarrillos Marlboro, Tigres joviales a los corn flakes, tiernos personajes de Disney a los refrescos…