El futuro según los niños
Tómate un momento para pensar cuando tú eras niño. ¿Cómo creías que iba a ser el año 2010? Posiblemente, tu respuesta, entonces, tendría algo que ver con carros voladores, medios de transporte hiper veloces y tecnología facilitadora de los aspectos más cotidianos de la vida.
Una buena parte de esta visión la habría tomado de las películas y de lo que habrìa escuchado decir a los mayores de aquellos tiempos; pero, también plasmaba lo que veías. La predicción de nuestra infancia se ha vuelto, en gran parte, realidad; incluso cuando ha adquirido formas que en su momento no nos imaginábamos. Aun para algunos de nosotros que todavía no llegamos a los 30, el desarrollo tecnológico de los últimos años ha cambiado nuestras vidas etapas tras etapas.
¿Cómo será el mundo en el año 2050?
Para contestar ésta pregunta adecuadamente intentarás analizar el conocimiento que tienes para llegar a una predicción racional. Ya no es tan fácil contestar como cuando eras niño. Pero, ¿Qué dicen los niños de la Ciudad de México actual? Descubrimos en nuestro estudio sindicado de Tendencias en Niños 2009 (mismo que pertenece a un tracking que hacemos desde 2003) que los infantes tienen respuestas espontáneas con una visión y un panorama poco esperanzador.
Así como los baby boomers veían en su futuro la conquista del espacio y, las generaciones siguientes, avances tecnológicos: los niños de hoy ven un futuro cercano de destrucción ambiental.
Al igual que otras generaciones, basan sus predicciones en lo que escuchan y en lo que viven. Constantemente, están recibiendo mensajes de distintas fuentes –incluyendo a los medios masivos, padres y maestros– que advierten sobre el problema ambiental. A la vez, están creciendo en una ciudad de concreto donde resulta difícil encontrar un espacio verde para correr y jugar. Muros llenos de grafitis agresivos y humo de camión conforman el paisaje que disfrutan sus ojos.
Para los niños la destrucción ambiental ya ha comenzado, la ven en su vida diaria (escasez de agua, áreas verdes maltratadas, fauna en extinción, cambios climáticos). Sin embargo, en su condición de niños no tienen mucho poder de decisión.
No pueden siquiera confiar en las medidas que toman los adultos, sencillamente porque no ven que tomen alguna. Se encuentran conscientes de que sus padres y demás autoridades difícilmente hacen lo que dicen. Así que se limitan a recoger la basura y realizar pequeñas acciones que perciben como casi inútiles.
¿Quiere esto decir que nos encontramos ante una generación de niños pesimistas y apáticos? No, necesariamente. Aún siguen siendo niños, no se han planteado la situación de manera profunda. Simplemente, siguen sus rutinas y esperan… Recurren al buen humor para sortear éste y otros problemas. En resumen, como no saben qué hacer y no confían en que alguien más tome acciones, evitan pensar demasiado en el asunto.
A medida que vayan creciendo llegaran a la adolescencia y se acercarán a una disyuntiva: ser observadores pasivos del deterioro del medio ambiente o tomar parte de la solución del problema. El reto para ellos es grande: están conscientes de que se necesita de una logística de gran escala para lograrlo.
Las marcas podrían jugar un rol fundamental en este sentido. Al igual que los niños, se encontrarán en la disyuntiva de ofrecer beneficios cotidianos o comunicar una postura mucho más trascendental. A diferencia de otras instituciones, una marca puede tener la dimensión y credibilidad necesarias para comenzar la tarea que, en la percepción de los niños, las autoridades que conocen no harán: SALVAR AL MUNDO.
¿Cómo se salva al mundo? Las grandes marcas se quedarán perplejas ante esta pregunta. Pero, en el caso de que le hables a un niño, podemos decirte como no salvar al mundo: dejando la tarea en manos de las generaciones adultas.
En el pasado, el gobierno realizó campañas dirigidas a los jóvenes para que cumplieran con el papel de vigilantes de sus padres por medio de acciones de presión para el cuidado del agua o la luz, por ejemplo. Hoy se necesita algo distinto; las marcas deben de colocar a los niños en un papel protagónico y no de policía del mundo adulto. Ellos saben que son los responsables de hacer algo por empezar a sanar al mundo: únicamente necesitan coordinación y dirección.
Debido a que estamos hablando de futuro; la marca que logre coordinar y comunicar creíblemente este gran esfuerzo de la niñez y la juventud de comenzar a restablecer un equilibrio natural, logrará una cercanía emocional que difícilmente se romperá en la vida de estos niños.
No sólo estamos hablando de responsabilidad social y deber moral: estamos refiriendo valores de lealtad de marca a los adultos futuros. La tarea es grande; pero, también mayúsculos serán los beneficios.